miércoles, 25 de febrero de 2009

Gaurko ipuina

Cuando cumplió los 50 años decidió poner en marcha su plan. Llevaba largo tiempo madurándolo y por fín llegó el momento. Puso en casa una excusa laboral y se alojó en un hotel de lujo. Eligió una capital de provincia, ni muy cercana ni demasiado remota y consultó las páginas de relax de la prensa local. Le convenció una “madurita de buen ver” y sin creer todavía que lo estaba haciendo, la llamó por teléfono. Le explicó cual era su demanda y se pusieron de acuerdo. Fue una noche de sexo dulce, reposado, intenso. Era cierto lo que había escuchado en cierta ocasión. Nada como una profesional.
Cuando todo había terminado sintió a la vez satisfacción y tristeza. Derramó unas discretas lágrimas en el tren de vuelta y volvió a ser una buena madre y esposa, ahí en el fondo del armario.

Roberto Moso

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