Con nuestro mecánico de confianza, cuando tocaba la revisión del coche; con el carnicero del barrio, casi todas las semanas; con nuestro profesor particular, la víspera de los exámenes; con el casero, todos los finales de mes; pero cuando más guapa se ponía, era para visitar a papá en un pueblo que se llamaba Visavis.
Luis González Lasierra
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