domingo, 1 de febrero de 2015

LA VERGUENZA DE LA DESIGUALDAD







   Las cifras de la desigualdad entre ricos y pobres son escalofriantes. Los seres humanos deberíamos de sentirnos avergonzados de cómo nos tratamos unos a otros y preguntarnos por que permitimos que muchos de nuestros semejantes se mueran de hambre mientras otros acumulan una riqueza que no pueden gastarla en su vida ni en la de sus descendientes.
   
   No lo dice ninguna organización sospechosa de parcialidad, lo dicen organismos serios e importantes como Intermón Oxfam, Cáritas y UNICEF.





  • Según Oxfam 85 personas suman tanto dinero como 3570 millones de pobres en el mundo Haz clic aquí. La fortuna de estas personas aumentó un 14% en 2014. La crisis favorece la desigualdad. No es una crisis es una estafa. La brecha se abre cada vez más.
  • En el Estado, según Cáritas (ver resumen informe) sólo uno de cada tres personas escapa de la crisis. Cinco millones se encuentran en riesgo de exclusión severa. De cara al futuro, el gran peligro es que la pobreza se herede y que personas sin recursos no puedan salir de la miseria. Alarmante.
  • La parte más débil, los niños son los afectados en mayor medida. UNICEF calcula que 1 de cada 3 niños vive en el umbral de la pobreza. Según su informe:  "Los hijos de padres desempleados o con bajos ingresos sufren cambios en la dieta, eliminación de actividades extraescolares y dificultades para adquirir material escolar, además de rendir menos en la escuela, sufrir estrés y padecer humillaciones ante amigos y compañeros de clase".Resumen informe UNICEF

   Estos son los datos de la vergüenza, los datos que deberían de estar encima de las mesas de los dirigentes más importantes de manera prioritaria, cuyo objetivo debería de ser erradicar esta lacra y destinar el grueso de los recursos disponibles a fomentar la integración de las personas más perjudicadas y a favorecer que esa desigualdad se vea más compensada, haciendo que los que más tienen aporten más a la sociedad para ayudar a l@s pobres y evitar que nadie carezca de sus necesidades básicas. Lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos.



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